Cada día me despierto con la sensación de hacer lo suficientemente importante para que el día comience con claridad mental y emocional.

 

Ha sido un gran Año. Lleno de complejidad, Incertidumbre y Confusión. Cada momento del día aparecen nuevas informaciones, cambios cuyos mensajes son invitaciones apresuradas y nuestra capacidad de adaptación está siempre al descubierto.

 

“Sea cual sea la situación que afrontamos, podemos elegir nuestra Reacción”, esta frase con todo lo que significa me lleva a pensar en un término, un concepto, “La Esperanza”

 

La palabra Esperanza tiene dos significados distintos.

El primero implica Convicción, y se da cuando parece probable que vaya a producirse el resultado que preferimos. Dejándonos muy pocas posibilidades a nuestras opciones.

El Segundo significado concierne al Deseo. Lo que nos gustaría o encantaría que aconteciera.

Hay una Esperanza, la pasiva que consiste en esperar a que agentes externos produzcan lo que deseamos.

Sin Embargo “La Esperanza Activa” consiste en llegar a ser participantes activos en la producción de lo que esperamos.

La Esperanza Activa es una práctica. Como el Taichí o la jardinería, es algo que hacemos más que algo que tenemos. Es un proceso que podemos aplicar a cualquier situación, y podríamos dividirla en tres pasos fundamentales.

 

  1. Hacerse una idea precisa de la realidad.
  2. Identificar lo que esperamos en el sentido de la dirección que quisiéramos que tomaran las cosas o los valores que nos gustaría ver expresados.
  3. Dar pasos para movernos nosotros o nuestra situación en esa dirección.

 

Hay algo interesante sobre la Esperanza Activa y es que no requiere de nuestro optimismo, pudiéndola aplicar incluso en ámbitos en los que estamos desesperanzados.

El ímpetu orientador es la Intención. Eligiendo lo que nos proponemos ocasionar, favorecer o expresar.

Si nos centramos en nuestra Intención nos empoderamos, activando así nuestra Esperanza Activa.

 

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